Raquel Isamara León de la Rosa, directora del Observatorio de la Política China

A lo largo de la reciente historia de la relación bilateral entre México y Estados Unidos, uno de los temas de agenda más importante ha sido la seguridad. La zona TMEC no es sólo un ejercicio de regionalismo que conlleva una alta dinámica comercial, sino que, por propia naturaleza geográfica, Canadá y México conforman un perímetro clave respecto a la seguridad de Estados Unidos. En este sentido, la cooperación entre los tres países en esta materia ha estado presente, siendo la Iniciativa Mérida la mayor institucionalización de esto entre México y Estados Unidos. Ante este contexto, la securitización en términos migratorios y aduaneros es algo ya normalizado, no sólo por el S-11, sino también por el tráfico de drogas. Durante los últimos años, la transición de México de país emisor a de tránsito de migrantes, principalmente centroamericanos, ha llevado a que la crisis humanitaria que motiva el desplazamiento de personas no sólo de Centroamérica sino también venezolanas y cubanas, se conjugue con el narcoestado en el que se encuentra sumergido México y detone una mayor justificación del por qué de la “cooperación”.  Por lo que la frontera compartida es un espacio geoestratégico para Washington, dando a veces la ilusión de que el territorio mexicano es una frontera extendida en dónde la contención al crimen organizado transnacional es el objetivo principal. Durante la última administración mexicana, a cargo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el combate contra el narcotráfico se ha llevado de una forma sui generis, ya que a diferencia de sus antecesores no ha existido una declaratoria contundente respecto a los cárteles de droga en el país, siendo el ya popular “abrazos, no balazos” el eslogan por excelencia del mandatario mexicano. No obstante, si bien la orientación de la política exterior mexicana mediática ha virado a mostrar un “México revelado ante la tradicional relación servicial”, esto justificado al ser el primer presidente de “izquierda” en la historia del país, es claro que en la praxis se mantiene el sistema de “premio y  recompensa” que ha determinado la dinámica bilateral durante los últimos cincuenta años. Ejemplo de esto, es la captura de Ovidio Guzmán López a principio de enero 2023, evento previo a la visita de Joseph Biden a México. Cabe señalar que no es objetivo de este artículo detallar o profundizar la operatividad del narcoestado mexicano.

De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y su informe en 2022, el consumo de drogas ha aumentado en el mundo, siendo Europa y Estados Unidos los principales mercados de consumo; en donde se mantiene la tendencia hacia un mayor consumo de drogas sintéticas.  En el caso de América del Norte, en específico Estados Unidos y Canadá, las muertes por sobredosis son ya un problema social, en donde el consumo de fentanilo se ha convertido en el objetivo clave. En 2021, 107 mil personas estadounidenses murieron de sobredosis por consumo de esta droga (UNODC, 2022). A lo largo de los últimos tres años, la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) ha señalado a China como la principal fuente de fentanilo ilícito alrededor del mundo. Junto con este país, también se han incluido a países como: México e India.

Esta breve contextualización da pie a los recientes eventos entre Estados Unidos, China y México respecto al tráfico de fentanilo. Si bien en 2020, la DEA dio a conocer su reporte “Fentanyl Flow to the United States”, en donde se enfatiza en el protagonismo chino y mexicano respecto al tráfico de esta droga sintética; es importante señalar, que durante los últimos meses desde el poder legislativo americano vinculado principalmente con el Partido Republicano, se ha promovido una campaña contra la entrada de fentanilo a Estados Unidos. En este ejercicio existe una politización de esta problemática social, ya que dentro de estas posturas hay una clara declaratoria de responsabilidad contra China. Tal es el caso de documento “America Must Stop China’s Lethal Fentanyl Engine”, publicado el 28 de febrero de 2023 en el portal del congresista Dan Newhouse, en donde se rescatan las siguientes líneas:

A pesar de que el Partido Comunista Chino (PCCh) continúa amenazando la democracia estadounidense y las fronteras del mundo libre, se niegan a jugar según sus propias reglas. En 2018, después de que Washington instara a Beijing a dejar de alimentar la epidemia de opioides en Estados Unidos, China anunció que todas las variantes del fentanilo serían tratadas como sustancias controladas. Sin embargo, no lograron hacer cumplir esto y posteriormente continuaron negando que los productores ilícitos de fentanilo sean una fuente importante de opioides ilícitos en los Estados Unidos a pesar de que los datos indican lo contrario… nuestro objetivo es exponer el patrón de agresión del PCCh e identificar las amenazas existenciales que tienen contra los Estados Unidos… como la compra de tierras agrícolas en los Estados Unidos por parte del PCCh, la recopilación de inteligencia de bases militares sensibles, el desprecio por los derechos humanos, la intimidación a Taiwán y el robo de nuestra propiedad intelectual (Newhouse, 2023).

Como se observa, este tema se inserta en la ya compleja vinculación entre Washington y Beijing. Sin embargo, en este tópico México se incluye debido a las redes de producción y distribución ilícita. Cabe mencionar que el tráfico de drogas sintéticas y la triangulación en la ruta China-México-Estados Unidos no es algo de los últimos años. De acuerdo con Tonatiuh Fierro (2021), esta práctica comienza a hacerse visible hacia finales de la primera década de este siglo. No obstante, el académico señala que desde entonces no ha existido una institucionalización del combate entre México y China.

Esto ha comenzado a tener otra dinámica con los recientes eventos. Como ya se señaló, existe esta presión por parte de Estados Unidos a México para combatir el tráfico de fentanilo. Ante esta situación, el 15 de marzo de este año, AMLO declaró que en México se iniciaría una campaña para prohibir el uso del fentanilo con fines médicos, esto en espera de que esta estrategia se lleve a cabo de manera simultánea del otro lado de la frontera norte.

No obstante, la presión estadounidense ha continuado, en donde se ha puesto sobre la mesa que el combate lo haga directamente el ejército de este país en territorio mexicano. Siendo este un discurso que atenta contra la soberanía mexicana. Estas últimas presiones han sido protagonizadas por el senador republicano Lindsey Graham. Por lo que el pasado 4 de abril, AMLO hizo llegar una carta al presidente Xi Jinping a través de la embajada de este país en México. En esta carta, el presidente mexicano contextualiza estas declaraciones de legisladores estadounidenses y las califica como” una falta de respeto y una amenaza inaceptable a la soberanía”. El objetivo de esta carta fue instar a una estrategia de cooperación orientada a desarrollar una inteligencia sobre el tránsito del opioide entre los dos países.

La encargada de dar respuesta a esta petición fue Mao Ning. El 6 de abril, en conferencia de prensa, la portavoz señaló lo siguiente:

No existe el tráfico ilegal de fentanilo entre China y México…China no ha sido notificada por México sobre la incautación de precursores de fentanilo catalogados de China…El gobierno chino adopta una postura firme en la lucha contra las drogas… La causa raíz de la sobredosis se encuentra en los propios Estados Unidos. El problema es completamente «made in USA». Estados Unidos necesita enfrentar sus propios problemas, tomar medidas más sustanciales para fortalecer la regulación interna y reducir la demanda…China apoya firmemente a México en la defensa de la independencia y la autonomía y se opone a la interferencia extranjera, y pide al país pertinente que detenga las prácticas hegemónicas contra México. Al mismo tiempo, esperamos que la parte mexicana también tome medidas antinarcóticos más fuertes (FMPCR, 2023).

Estas declaraciones, dejan en claro la manera en cómo China se deslinda de la presión hecha por políticos estadounidenses. Es importante destacar que en la actual relación Washington-Beijing, los “contrapesos” de la política estadounidense cada vez tienen más protagonismo. Si bien de manera directa el ejecutivo y todo su aparato no llegan a extralimitar las declaratorias respecto a la acción china para no generar otro tipo de escalada y riesgo en la relación bilateral, cabe señalar que tampoco se limitan a los “contrapesos” y la actividad paradiplomática estadounidense es la que atrae la dinámica mediática y sensible con Beijing.

Por otro lado, las acciones diplomáticas mexicanas se convierten en daños colaterales de esta dinámica y tensión entre China y Estados Unidos. En donde hay ocasiones en las que el dicho de Porfirio Díaz[1] modificado en 2021 por AMLO: “Bendito México, tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos” pareciera no ser tan vigente. Pese a la dinámica global, México seguirá anclado al centro gravitatorio que es Estados Unidos, situación que es muy clara para Beijing. Si bien esta carta es una ventana para China, tal vez desde este país se reconozca que incluso la visibilidad de la presencia china en México requiere timing, y más en un contexto tan complejo para la seguridad regional y global, respecto a lo que sucede en el estrecho de Taiwán.

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